Tu testimonio no es el evangelio

Tu testimonio no es el evangelio

Por: Carlos Maysonet | Tiempo de lectura 8-10 minutos
El evangelio de Cristo no solo es el centro de nuestra fe, sino también el poder de Dios para la salvación. Sin embargo, vivimos en una época donde las experiencias personales, las tradiciones y las reglas humanas a menudo se colocan al mismo nivel que el mensaje puro del evangelio. Aunque nuestro testimonio es importante y puede ser una herramienta poderosa, nunca debe sustituir ni modificar el mensaje que Cristo nos dejó. Este artículo explora tres principios esenciales que debemos recordar para mantener la pureza del evangelio y compartirlo de manera fiel: la suficiencia del evangelio, el peligro de añadir cargas y el llamado a predicar con amor.

Punto #1 El Evangelio es Suficiente  

Pablo escribió en Romanos 1:16: «Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree». En esta afirmación, encontramos una verdad inmutable: el evangelio no necesita ser complementado o ajustado para ser efectivo. Su poder y alcance radican en Dios mismo, no en nuestros esfuerzos, emociones o experiencias personales.

Cuando Jesús declaró desde la cruz: «Consumado es» (Juan 19:30), estaba proclamando que la obra de redención había sido completamente finalizada. La salvación no requiere obras adicionales ni contribuciones humanas. Pablo lo reafirma en Efesios 2:8-9: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe».

La Suficiencia del Evangelio en Contraste  
En Gálatas 1:6-9, Pablo confronta a los creyentes que estaban aceptando un evangelio distorsionado. Les advierte que no existe «otro evangelio». Este pasaje enfatiza que cualquier intento de añadir algo al evangelio puro compromete su integridad y su poder. La suficiencia del evangelio garantiza que toda la gloria pertenece a Dios, y no a nuestras obras o testimonios personales.

Piensa en un diamante perfectamente tallado. Su belleza radica en su perfección natural. Cualquier intento de añadir adornos o modificarlo solo opacará su brillo. De la misma manera, el evangelio, en su forma original, es perfecto. Añadirle tradiciones o experiencias humanas solo distrae de su pureza.

Aplicación  
1.  Confía plenamente en la obra de Cristo  (Hebreos 10:14). Su sacrificio es completo y suficiente para tu salvación.  
2.  No dependas de emociones o experiencias para validar tu fe  (2 Corintios 5:7). Caminamos por fe, no por vista.  
3.  Comparte un evangelio centrado en Cristo, no en ti mismo  (1 Corintios 2:2). Como Pablo, decidamos proclamar solo a Cristo crucificado.  
4.  Examina todas las enseñanzas a la luz de las Escrituras  (Hechos 17:11). Los bereanos son un ejemplo de cómo confirmar todo con la Palabra de Dios.

Punto #2 No Añadir Cargas Innecesarias  

Jesús advirtió contra los fariseos, quienes imponían cargas pesadas a los demás, sin mover un dedo para ayudarlos (Mateo 23:4). Este error, que se repite en muchos sistemas religiosos, contradice la libertad que Cristo nos ha dado. Pablo, en Gálatas 5:1, exhorta: «Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud».

Reglas Humanas Frente a la Libertad de Cristo  
En Colosenses 2:20-23, Pablo señala que las reglas humanas pueden parecer piadosas, pero no tienen poder real para vencer el pecado. Cuando imponemos nuestras preferencias personales como si fueran mandamientos divinos, no solo deshonramos a Dios, sino que también ponemos obstáculos innecesarios para otros creyentes. Estas cargas promueven el orgullo y el control humano en lugar de depender de la gracia divina.

Imagina que estás corriendo una carrera y, de repente, alguien te da una mochila llena de ladrillos. Aunque intentas avanzar, cada paso se vuelve más difícil. Esto es lo que sucede cuando añadimos cargas innecesarias a la fe de otros. En lugar de ayudarles a correr la carrera con libertad, los obstaculizamos.

Aplicación  
1.  Examina tus convicciones personales  (Marcos 7:8). No permitas que tus tradiciones se conviertan en una barrera para los demás.  
2.  Sé cuidadoso al aconsejar a otros  (Romanos 14:1-3). En asuntos secundarios, practica el amor y no el juicio.  
3.  Busca la libertad que viene de Cristo  (2 Corintios 3:17). Donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.  
4.  Edifica a tus hermanos en la fe  (1 Tesalonicenses 5:11). Nuestro llamado es fortalecer, no desanimar.

Punto #3 Predica con Amor  

En Efesios 4:15, Pablo nos exhorta a «seguir la verdad en amor». Predicar en amor no significa comprometer la verdad, sino proclamarla con un corazón lleno de gracia, reflejando el carácter de Cristo. Este equilibrio entre verdad y amor es esencial para compartir el evangelio de manera efectiva.

La Forma y el Contenido Importan  
En 1 Corintios 13:1-3, Pablo destaca que incluso los mayores dones espirituales son inútiles si no están acompañados de amor. De igual manera, en 2 Timoteo 2:24-25, se nos instruye a corregir con mansedumbre. La forma en que presentamos el evangelio importa tanto como el mensaje mismo.

Imagina a un médico que tiene la cura para una enfermedad mortal, pero la administra sin cuidado ni empatía. El paciente podría resistirse al tratamiento, incluso si es efectivo. Así sucede con el evangelio: cuando lo compartimos sin amor, podemos alejar a las personas, aunque nuestro mensaje sea correcto.

Aplicación  
1.  Ora por un corazón lleno de amor antes de compartir el evangelio  (Filipenses 1:9). Pide a Dios que te dé compasión por los perdidos.  
2.  Sé amable y paciente al corregir  (Proverbios 15:1). Una respuesta suave puede calmar incluso la mayor resistencia.  
3.  Refleja el carácter de Cristo en tus palabras y acciones  (Colosenses 3:12). Vístete de misericordia, humildad y paciencia.  
4.  Confía en que Dios da el crecimiento  (1 Corintios 3:6-7). No dependas de tus habilidades, sino del poder de Dios.

Conclusión  

Hoy hemos reflexionado sobre tres principios clave para preservar y proclamar el evangelio con fidelidad:  

1.  La suficiencia del evangelio , que nos recuerda que la obra de Cristo es completa y perfecta.  
2.  El peligro de añadir cargas , que nos advierte contra imponer reglas humanas que distorsionan la libertad en Cristo.  
3.  El llamado a predicar con amor , que nos desafía a proclamar la verdad con compasión, reflejando el carácter de nuestro Salvador.  

¿Por qué es importante esto? Porque como cristianos, estamos llamados a obedecer el mandato de Cristo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15). Proclamar un mensaje puro, liberar a otros de cargas innecesarias y hacerlo con amor glorifica a Dios y transforma vidas.  

Recuerda: tu testimonio no es el evangelio. Aunque tu experiencia personal puede ser valiosa, el poder para salvar pertenece únicamente a Cristo. Vive y proclama esta verdad con claridad, libertad y amor. Que el Señor nos dé sabiduría y gracia para ser fieles al mensaje que transforma vidas.

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