6 Marcas de una iglesia saludable Parte 1

6 marcas de una iglesia saludable | Parte 1

Por: Edgar Nazario | Tiempo de lectura 8-10 minutos
Queridos hermanos y hermanas en Cristo, en un mundo que cambia constantemente. ¿Alguna vez se han preguntado cómo debe ser una iglesia verdaderamente saludable? ¿Cuáles son las características que definen a una congregación fiel al llamado de Dios? Hoy, vamos a explorar juntos tres marcas fundamentales de una iglesia bíblica y vibrante. Estas no son simples sugerencias, sino pilares esenciales para cualquier comunidad de fe que busque honrar a Dios y cumplir Su misión en la tierra.

  1. Fidelidad a la Palabra de Dios

La primera y quizás más crucial marca de una iglesia saludable es su fidelidad inquebrantable a la Palabra de Dios. El apóstol Pablo, en su carta a Timoteo, nos recuerda la importancia suprema de las Escrituras:

«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.» (2 Timoteo 3:16-17, RVR60)

Esta afirmación es el fundamento sobre el cual se construye una iglesia fiel. La palabra griega «theopneustos», que se traduce como «inspirada por Dios», literalmente significa «soplada por Dios». Esto subraya que la Biblia no es simplemente un conjunto de ideas humanas, sino la mismísima revelación divina.

Imaginen por un momento a una persona que decide escalar una montaña sin un mapa. Al principio, puede pensar que está yendo en la dirección correcta, confiando en su instinto y en lo que ve a su alrededor. Sin embargo, sin una guía clara, está destinada a perderse en algún punto del camino. De la misma manera, una iglesia que no se basa firmemente en la Palabra de Dios es como un escalador sin mapa: puede parecer que avanza, pero sin la Biblia como su guía infalible, inevitablemente perderá el rumbo.

La Palabra de Dios es la brújula que el Señor nos ha dado para no perdernos en el laberinto de filosofías humanas y tendencias culturales cambiantes. Una iglesia saludable se somete completamente a la autoridad de la Escritura, no solo en su predicación dominical, sino en cada aspecto de su vida comunitaria, en sus decisiones y en su práctica diaria.

Como creyentes, tenemos la responsabilidad de asegurarnos de que nuestra iglesia esté cimentada en las Escrituras y de exigir fidelidad a la Palabra en todo lo que se enseña y se hace. Esto implica un compromiso personal con el estudio y la meditación de la Biblia. ¿Estamos dedicando tiempo diariamente a sumergimos en la Palabra? ¿Evaluamos las enseñanzas que recibimos a la luz de lo que dice la Escritura?

Aplicaciones prácticas para vivir esta marca:
1. Medita diariamente en la Palabra de Dios, no como una tarea más, sino como alimento espiritual indispensable.
2. Evalúa las enseñanzas de tu iglesia para asegurarte de que están alineadas con la Biblia.
3. Participa activamente en estudios bíblicos para profundizar tu conocimiento de las Escrituras.
4. Defiende con amor y firmeza la importancia de la Biblia como la autoridad máxima en la iglesia.

  2. Predicación Cristocéntrica

La segunda marca esencial de una iglesia saludable es su compromiso inquebrantable con una predicación centrada en Cristo. El apóstol Pablo, escribiendo a los corintios, declaró con convicción:

«Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.» (1 Corintios 2:2, RVR60)

Esta declaración no es una simple preferencia personal de Pablo, sino el corazón mismo del mensaje del Evangelio. Una iglesia bíblica debe tener a Cristo como el centro de toda su enseñanza y predicación. Pero, ¿qué significa realmente una predicación cristocéntrica?

No se trata simplemente de mencionar a Jesús ocasionalmente o de usar su nombre como un amuleto en nuestros mensajes. La predicación centrada en Cristo hace de su vida, muerte y resurrección el mensaje central y el lente a través del cual interpretamos toda la Escritura.

Imaginen por un momento que asisten a una conferencia que promete enseñarles cómo encontrar un tesoro oculto. Emocionados, se sientan esperando recibir las instrucciones clave para descubrir esa riqueza. Sin embargo, a medida que avanza la charla, el conferencista solo los entretiene con historias divertidas e inspiradoras, pero que no llevan a ningún lado. Al final, salen sin ninguna pista real sobre cómo encontrar el tesoro prometido.

Así es cuando la predicación no está centrada en Cristo: puede ser inspiradora, entretenida o incluso moralmente edificante, pero no guía a las personas hacia el verdadero tesoro, que es Jesús mismo. Él es el único que puede transformar vidas, perdonar pecados y reconciliarnos con Dios. La iglesia que predica sin Cristo en el centro es como un mapa sin destino, una brújula sin norte.

En un contexto donde la sabiduría humana y la elocuencia son altamente valoradas, Pablo enfatiza que el poder está en el mensaje de Cristo crucificado, no en palabras persuasivas o en la última tendencia de autoayuda. Si una iglesia está predicando cualquier otra cosa —ya sea motivación personal, prosperidad financiera o mera ética moral— se ha desviado del Evangelio verdadero.

Como creyentes, debemos asegurarnos de que nuestra iglesia predique el verdadero Evangelio de Jesucristo, no otros mensajes que distraen de la centralidad de Cristo.

Aplicaciones prácticas para vivir esta marca:
1. Ora regularmente por tus líderes y predicadores, para que Cristo sea siempre el centro de su mensaje.
2. Haz del mensaje de Cristo crucificado y resucitado el centro de tus conversaciones con otros.
3. Invita a amigos y familiares a escuchar predicaciones que exalten a Cristo sobre todo.
4. Refuerza tu propio entendimiento del Evangelio estudiando los evangelios y las epístolas del Nuevo Testamento.

  3. Compromiso con la Gran Comisión

La tercera marca fundamental de una iglesia saludable es su compromiso inquebrantable con la Gran Comisión. Jesús, antes de ascender al cielo, dejó a sus discípulos —y por extensión, a toda su iglesia— con un mandato claro:

«Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.» (Mateo 28:19-20, RVR60)

Este mandato de la Gran Comisión no es una sugerencia opcional ni un plan B; es la razón principal por la que la iglesia existe en este mundo. Una iglesia bíblica y saludable entiende que su misión no se limita a cuidar a los que ya están dentro de sus muros, sino que se extiende a expandir el Reino de Dios a través de la evangelización y el discipulado.

En el texto original griego, el verbo principal es «hacer discípulos». Esto implica mucho más que simplemente lograr conversiones momentáneas. Lleva consigo la idea de una formación integral: enseñar, acompañar y equipar a los nuevos creyentes para que crezcan en su fe y, a su vez, hagan más discípulos. La iglesia que no está activamente comprometida con esta misión ha perdido de vista una de sus funciones principales dadas por Cristo mismo.

Imaginen por un momento a un equipo de rescate altamente entrenado y equipado. Reciben un llamado urgente: hay personas en peligro que necesitan ser salvadas. Sin embargo, en lugar de lanzarse inmediatamente a la misión, el equipo se queda en su base, hablando sobre lo importante que es rescatar a las personas y admirando su equipo de última tecnología. ¿No sería esto una traición a su propósito?

De la misma manera, la iglesia que solo se preocupa por los que están dentro, que se enfoca únicamente en tener buenos servicios y programas internos, pero no va activamente en busca de los perdidos, está fallando en su misión fundamental. El llamado de Cristo es claro y urgente: ¡ir y hacer discípulos!

Como creyentes, no podemos ser meros espectadores en esta gran misión. Cada uno de nosotros está llamado a involucrarse activamente en el cumplimiento de la Gran Comisión, ya sea compartiendo el Evangelio con nuestros vecinos, apoyando a misioneros en tierras lejanas, o discipulando a nuevos creyentes en nuestra comunidad local.

Aplicaciones prácticas para vivir esta marca:
1. Participa activamente en los esfuerzos de evangelización de tu iglesia local.
2. Comparte tu testimonio personal y el mensaje del Evangelio con las personas en tu círculo de influencia.
3. Apoya el trabajo misionero, ya sea a través de la oración, el apoyo financiero o yendo tú mismo en viajes misioneros.
4. Comprométete a discipular a nuevos creyentes, enseñándoles a crecer en su fe y a multiplicarse.

  Conclusión

Queridos hermanos y hermanas, hemos explorado juntos tres marcas esenciales de una iglesia bíblica y saludable: la fidelidad inquebrantable a la Palabra de Dios, la predicación centrada en Cristo, y un compromiso activo con la Gran Comisión. Estos tres pilares son fundamentales para cualquier congregación que desea ser fiel al llamado de Dios y cumplir su propósito en este mundo.

Sin embargo, no es suficiente conocer estos principios; estamos llamados a vivirlos. Si tu iglesia no está plenamente comprometida con estas marcas, no es momento de crítica o desánimo, sino de oración y acción. Pregúntate: ¿Cómo puedo contribuir a que mi iglesia camine más fielmente en estos caminos? Recuerda, no somos meros asistentes o consumidores en la iglesia, sino colaboradores activos en la obra de Dios.

Te animo a examinar tu propio corazón y a participar con renovado entusiasmo en la edificación de una iglesia bíblica que glorifique a Cristo en todas las cosas. Que nuestras congregaciones sean faros de luz en un mundo oscuro, comunidades donde la Palabra de Dios sea atesorada, donde Cristo sea exaltado, y donde la misión de hacer discípulos sea la pasión que nos impulse cada día.

Que el Señor nos ayude a ser parte de iglesias verdaderamente saludables, para Su gloria y para la expansión de Su Reino. Amén.

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