¿Por qué el secularismo y el ateísmo son una falsa religión?

¿Por qué el secularismo y el ateísmo son una falsa religión?

Por: Edgar Nazario | Tiempo de lectura 8-10 minutos
El secularismo y el ateísmo, a pesar de negar explícitamente la existencia de Dios, operan como sistemas de creencias con doctrinas centrales.

La fe del ateísmo reside en el materialismo: la creencia de que todo lo existente es físico y que no hay realidad espiritual. El secularismo, por su parte, tiene como dogma la autonomía de la razón humana y la neutralidad en asuntos sociales y políticos.

1. La Ilusión de Neutralidad

El secularismo y el ateísmo se presentan a menudo como visiones del mundo neutrales y objetivas, libres de los prejuicios y dogmas de la religión. Sin embargo, esta pretensión de neutralidad es ilusoria. Ambas ideologías operan con su propio conjunto de creencias, suposiciones y valores fundamentales, conformando una cosmovisión distintiva con implicaciones significativas.

  • El secularismo, en su núcleo, defiende la razón humana y la autonomía como los árbitros supremos de la verdad y la moralidad. Busca crear una sociedad libre de influencia religiosa, donde las decisiones se basen únicamente en la lógica, la evidencia y la razón humana. Esto, sin embargo, exige un profundo acto de fe: fe en la bondad y racionalidad inherentes de los seres humanos. Asume que, dejados a su libre albedrío, los humanos naturalmente tenderán hacia la justicia, la igualdad y el progreso.

  • El ateísmo, aunque se centra principalmente en la no existencia de Dios, a menudo abraza el materialismo como su creencia fundamental. El materialismo afirma que el universo físico es todo lo que existe, y que la conciencia, la mente y el espíritu son simplemente propiedades emergentes de la materia. Esta cosmovisión materialista, sin embargo, requiere un salto de fe. Exige creer en la emergencia de la conciencia y la inteligencia complejas a partir de procesos puramente físicos, un fenómeno que la ciencia aún no explica en su totalidad.

La Biblia, en contraste, fundamenta la verdad y la moralidad en el carácter y la naturaleza de Dios. Reconoce las limitaciones de la razón humana y reconoce la naturaleza pecaminosa y falible del ser humano.

  • Proverbios 1:7 (RV60) enfatiza que la verdadera sabiduría proviene de Dios, no del intelecto humano: «El principio de la sabiduría es el temor del Señor; Los necios desprecian la sabiduría y la instrucción.»

  • Jeremías 17:9 (RV60) destaca el engaño del corazón humano: «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?»

Si bien la Biblia reconoce la importancia de la razón y el intelecto, no los eleva al estatus de autoridad suprema. Reconoce que la razón humana, dejada a sí misma, puede ser fácilmente corrompida por el pecado, el orgullo y el interés propio.

En conclusión, tanto el secularismo como el ateísmo, a pesar de sus pretensiones de neutralidad, operan con su propio conjunto de creencias y suposiciones profundamente arraigadas. Estas creencias, aunque a menudo se presentan como verdades objetivas, requieren un salto de fe significativo. Por el contrario, la cosmovisión bíblica, aunque reconoce la importancia de la razón, fundamenta en última instancia la verdad y la moralidad en el carácter y la autoridad de Dios.

2. Una Existencia Sin Propósito

El ateísmo y el secularismo, al negar la existencia de Dios, también niegan un propósito trascendente para la vida humana.

  • El ateísmo propone que el propósito de la vida se reduce a disfrutar del momento presente o contribuir al avance de la humanidad.

  • El secularismo sugiere que el objetivo principal es crear una sociedad neutral, libre de influencia religiosa, guiada por la razón humana.

Sin embargo, estas propuestas no ofrecen respuestas satisfactorias a las preguntas fundamentales sobre el significado y el propósito de la existencia humana. ¿De dónde venimos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Hacia dónde vamos?

La Biblia declara que el propósito del ser humano es glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre.

  • Salmo 24:1 (RV60) afirma: «De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan.»

  • Isaías 43:7 (RV60) declara: «Todos los que se llaman de mi nombre, para gloria mía los he creado, los formé y los hice.»

Sin Dios, no hay un propósito último que otorgue un significado eterno a la vida. Las propuestas humanas de disfrutar del momento o mejorar la sociedad pueden parecer útiles, pero ignoran el diseño eterno de Dios: glorificarle y disfrutar de Él para siempre.
Imagina un reloj diseñado para marcar la hora, pero alguien lo usa como pisapapeles. Aunque puede cumplir esa función de forma temporal, nunca estará cumpliendo el propósito para el cual fue creado. De la misma manera, los propósitos humanos propuestos por el ateísmo o el secularismo pueden parecer útiles, pero ignoran el diseño eterno de Dios: glorificarle y disfrutar de Él para siempre.

3. Rechazo de la Ley de Dios

El secularismo y el ateísmo niegan la existencia de una moralidad objetiva basada en un Dios santo y justo. En su lugar, adoptan una ética relativa, definida por individuos o sociedades. Este enfoque es inherentemente inestable, ya que lo que una generación considera correcto, otra puede rechazarlo.

La moralidad y la justicia no son relativas; están fundamentadas en el carácter inmutable de Dios, expresado en Su ley.

  • Miqueas 6:8 (RV60) declara: «Se te ha mostrado, oh hombre, lo que es bueno. Y qué pide Jehová de ti, sino hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios?»

Imagina un país donde cada conductor decide sus propias reglas de tránsito. Uno conduce por la izquierda, otro no respeta los semáforos, y otro más conduce a toda velocidad por zonas escolares. El caos es inevitable, porque la moralidad relativa no puede mantener el orden. Así ocurre con una sociedad que rechaza la ley de Dios; sin un estándar absoluto, todo se vuelve inestable y contradictorio.

4. Promueven un Culto a la Autonomía Humana

Tanto el ateísmo como el secularismo exaltan al ser humano como el centro de la existencia, haciendo de la razón y el progreso humano el objeto de devoción. Esto reemplaza la adoración al Dios verdadero con un culto a la autonomía, donde el hombre busca ser su propio dios.

Solo Dios merece adoración. La rebelión del hombre contra Su autoridad es la raíz de todas las falsas religiones y filosofías.

  • Éxodo 20:3 (RV60) establece: «No tendrás otros dioses delante de mí.»

Es como un niño pequeño que insiste en que puede hacer todo solo, desde cocinar hasta manejar un coche. Aunque piense que es autosuficiente, su ignorancia y limitaciones evidencian su dependencia de los adultos para sobrevivir. De manera similar, el secularismo y el ateísmo promueven la autonomía humana como un dios, pero esta autonomía no puede sostener al hombre, quien depende totalmente del Dios Creador.

El secularismo y el ateísmo, aunque se presentan como filosofías neutrales y libres de fe, son en realidad sistemas religiosos que niegan la existencia de Dios y sustituyen Su verdad por creencias humanas. Como vimos:

  1. Operan como religiones con doctrinas propias, exaltando la razón humana y el materialismo como verdades absolutas.
  2. Ofrecen propósitos temporales que intentan reemplazar el propósito eterno de glorificar a Dios.
  3. Rechazan la ética trascendente basada en el carácter santo de Dios, adoptando una moralidad relativa y cambiante.
  4. Promueven la adoración del hombre, exaltando la autonomía humana como si el hombre mismo fuera dios.

Estas ideologías prometen libertad, pero conducen al vacío espiritual y a una vida sin propósito eterno. La Biblia nos recuerda que la verdadera sabiduría, propósito y moralidad provienen únicamente de Dios, quien nos creó para glorificarle y disfrutar de Él para siempre.

Como cristianos, estamos llamados a confrontar estas falsas religiones con la verdad del evangelio. En un mundo que exalta la autonomía y rechaza a Dios, nuestra misión es proclamar que solo en Cristo encontramos vida, verdad y propósito eterno.

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