¿Cuándo los ministerios para-eclesiásticos se vuelven parásitos?

¿Cuándo los ministerios para-eclesiásticos se vuelven parásitos?

Por: Edgar Nazario | Tiempo de lectura 10-15 minutos
En el ecosistema cristiano contemporáneo, observamos un fenómeno fascinante y a veces preocupante: la proliferación de ministerios que operan en los márgenes de la iglesia local. Estos ministerios para-eclesiásticos —organizaciones que funcionan junto a, pero separadas de, las congregaciones locales— pueden incluir desde conferencias y seminarios hasta ministerios de medios, organizaciones misioneras especializadas y plataformas digitales de enseñanza.

La pregunta que debemos hacernos no es si estos ministerios tienen un lugar legítimo en el reino de Dios —claramente lo tienen— sino cuándo cruzan la línea invisible que los transforma de aliados útiles en competidores problemáticos. ¿Cuándo un ministerio que comenzó como una herramienta complementaria se convierte en algo que drena la vitalidad de las mismas iglesias que pretendía servir?

Para responder esta pregunta, necesitamos entender qué significa exactamente que un ministerio se vuelva «parasitario». En biología, un parásito es un organismo que vive dentro o sobre otro organismo, obteniendo nutrientes de él mientras le causa daño. Aplicado al contexto ministerial, un ministerio para-eclesiástico se vuelve parasitario cuando extrae recursos, atención y lealtad de las iglesias locales mientras debilita su capacidad de cumplir con su misión divina.

Esta transformación raramente es intencional o maliciosa. La mayoría de estos ministerios comienzan con corazones sinceros y visiones genuinas para servir al cuerpo de Cristo. Sin embargo, sin las salvaguardas apropiadas y una comprensión clara de su rol complementario, pueden evolucionar gradualmente hacia patrones que compiten con la iglesia local en lugar de fortalecerla.

1. Cuando compiten con la iglesia en lugar de complementarla
La primera señal de alerta surge cuando un ministerio para-eclesiástico comienza a funcionar como un sustituto de la iglesia local en lugar de ser un apoyo para ella. Esta transformación es sutil pero peligrosa, porque puede parecer profundamente espiritual mientras socava el diseño de Dios para su pueblo.

Para comprender por qué esto es problemático, debemos regresar a los fundamentos bíblicos del liderazgo espiritual. En Efesios 4:11-12, Pablo establece el plan divino: «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo».

Cristo no comisionó conferencias nacionales, canales de YouTube o plataformas de podcasts para ser los agentes primarios del discipulado. Él dio a la iglesia local pastores y maestros —personas reales que conocen nombres reales y enfrentan problemas reales junto con su rebaño.

Los ministerios para-eclesiásticos deberían funcionar como andamios en un proyecto de construcción. Los andamios son estructuras temporales que ayudan en la construcción del edificio principal. Sin embargo, cuando los andamios se convierten en el edificio mismo, han perdido completamente su propósito.

Para entender mejor esta dinámica, imaginemos una familia donde los padres contratan ocasionalmente a una niñera especialmente talentosa. Esta niñera es encantadora, divertida y extraordinariamente competente. Los niños disfrutan enormemente el tiempo que pasan con ella.

La situación es saludable mientras la niñera mantiene su rol complementario. Sin embargo, imaginemos que gradualmente los niños comienzan a llamar «mamá» a la niñera y buscan en ella su cuidado emocional primario, mientras ignoran cada vez más a su verdadera madre. La niñera, sin importar cuán competente sea, ha cruzado una línea fundamental y está usurpando un rol que no le corresponde.

De manera similar, cuando los ministerios para-eclesiásticos se convierten en la fuente primaria de nutrición espiritual de los creyentes, han dejado de complementar la obra de la iglesia local y han comenzado a competir con ella.

Aplicaciones prácticas
¿Cómo evaluamos si los ministerios en nuestras vidas están complementando o compitiendo? Primero, examinemos nuestras fuentes de enseñanza espiritual. ¿Podemos nombrar más oradores famosos que ancianos de nuestra iglesia local? ¿Dónde buscamos primero cuando necesitamos consejo espiritual? Hebreos 13:7 nos exhorta: «Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe».

Segundo, examinemos cómo aborda el discipulado nuestra iglesia. ¿Está subcontratando la formación espiritual a contenido externo? Pablo instruye: «Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros» (2 Timoteo 2:2).

Finalmente, preguntémonos: ¿este ministerio está construyendo iglesias más fuertes o simplemente promoviendo marcas cristianas? Un ministerio genuinamente complementario siempre fortalecerá nuestro compromiso con nuestra iglesia local.

2. Cuando extraen recursos sin rendir cuentas
La segunda señal aparece cuando un ministerio recibe financiamiento, influencia o participación de las iglesias locales pero permanece desconectado de cualquier supervisión eclesiástica. Esta situación viola el principio bíblico de autoridad y rendición de cuentas.

Pablo instruye en 1 Timoteo 5:17: «Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar». Y en Hebreos 13:17: «Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta».

Dios estableció ancianos y estructuras eclesiásticas para proteger la sana doctrina y supervisar el ministerio dentro de un contexto relacional. Cuando los ministerios para-eclesiásticos evitan esta estructura mientras extraen recursos de ella, crean una situación peligrosamente desequilibrada.

Consideremos un médico que establece una práctica en una comunidad. Los residentes acuden a él, le pagan y confían en su cuidado. Sin embargo, este médico se niega a obtener licencia médica local, evita supervisión hospitalaria y rechaza someterse a cualquier junta médica.

Este médico puede tener buenas intenciones y habilidades genuinas, pero su negativa a operar bajo autoridad reconocida lo convierte en un riesgo para la comunidad. La falta de supervisión significa que no hay mecanismos para detectar errores o prevenir daños.
De manera similar, los ministerios que extraen recursos de las iglesias mientras evitan supervisión pastoral crean riesgos espirituales innecesarios.

Evaluando la rendición de cuentas
¿Cómo evaluamos si los ministerios que apoyamos operan con rendición de cuentas apropiada? Primero, examinemos si están bajo alguna forma de supervisión pastoral.

¿Pueden ser corregidos por líderes de iglesia si se desvían? Proverbios 27:5-6 nos recuerda: «Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto. Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece».

Segundo, consideremos si nuestra iglesia invierte más en ministerios externos que en desarrollo interno. Pablo escribió: «Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor» (1 Corintios 4:17). La inversión en liderazgo local debe mantener prioridad.

3. Cuando promueven celebridades sobre fidelidad local
La tercera manifestación aparece cuando los ministerios elevan personalidades famosas por encima de pastores locales fieles, alimentando una cultura cristiana consumista donde los creyentes desarrollan más lealtad hacia marcas ministeriales que hacia sus comunidades locales.

Pablo enfrentó esta dinámica en Corinto: «Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?» (1 Corintios 3:4). En contraste, modeló un enfoque diferente en Tesalónica: «antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos» (1 Tesalonicenses 2:7).

El diseño de Dios es que la iglesia sea pastoreada por hombres conocidos que viven entre el rebaño. Cuando los ministerios para-eclesiásticos elevan voces distantes por encima de pastores locales, pueden producir cristianos que se emocionan más por una transmisión en vivo que por la reunión dominical.

Imaginemos un hijo que vive con padres amorosos pero pasa todo su tiempo viendo videos de «padres famosos» en línea. Gradualmente comienza a citar más a estos extraños que a sus propios padres, busca consejo en internet en lugar de en la mesa familiar, y se emociona más por nuevos videos que por conversaciones familiares.
Aunque estos «padres famosos» pueden tener sabiduría valiosa, cuando reemplazan la relación primaria con los verdaderos padres, se han vuelto destructivos. De manera similar, cuando voces distantes reemplazan a pastores locales en nuestros corazones, hemos invertido el orden que Dios estableció.

Restaurando las prioridades bíblicas
¿Cómo evaluamos si hemos permitido que la cultura de celebridad distorsione nuestras prioridades? Primero, examinemos nuestros patrones de referencia espiritual. ¿Citamos más a líderes famosos que a nuestros pastores? Pablo escribió: «Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis» (1 Corintios 4:15-16).

Segundo, evaluemos nuestro nivel de emoción espiritual. ¿Hay más expectativa por una conferencia que por el culto dominical? Hebreos 10:25 nos exhorta: «no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca».

Conclusión: Manteniendo el equilibrio divino
Los ministerios para-eclesiásticos tienen un lugar legítimo cuando funcionan como verdaderos complementos de la iglesia local. Sin embargo, cuando cruzan las líneas hacia el parasitismo —compitiendo en lugar de complementar, extrayendo sin rendir cuentas, o promoviendo celebridades sobre fidelidad local— pueden debilitar las instituciones que Dios estableció como primarias.

La clave está en mantener las prioridades correctas: la iglesia local debe permanecer como el centro de la vida espiritual, los pastores locales deben ser honrados por encima de celebridades distantes, y los recursos deben fluir hacia ministerios que operan bajo autoridad apropiada.

Al reflexionar sobre estos principios, debemos preguntarnos: ¿Están los ministerios para-eclesiásticos en nuestras vidas sirviendo a nuestra iglesia local o compitiendo con ella? ¿Los recursos de nuestra congregación están fortaleciendo ministerios que pueden ser pastoreados por líderes locales? ¿Nuestra dieta espiritual primaria proviene de pastores que conocen nuestro nombre, no solo nuestra demografía?

Que Dios nos conceda sabiduría para discernir entre ministerios que edifican su iglesia y aquellos que pueden estar socavándola. El objetivo no es aislacionismo, sino orden bíblico donde cada ministerio encuentra su lugar apropiado en servicio a la iglesia que Cristo ama.

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