3 verdades únicas de la vida de Abraham

3 verdades únicas de la vida de Abraham

Por: Carlos Maysonet | Tiempo de lectura 10-15 minutos
¿Te has preguntado por qué Dios eligió a Abraham? No era el hombre más santo de su tiempo. No vivía orando todo el día. Ni siquiera conocía al Dios verdadero. Sin embargo, se convirtió en el padre de la fe. Su historia nos enseña algo increíble: Dios puede usar a cualquier persona, sin importar su pasado o sus errores.

La vida de Abraham nos muestra tres verdades que cambiarán tu forma de ver a Dios. Estas verdades te darán esperanza si sientes que has fallado mucho. Te darán humildad si piensas que eres muy bueno. Y te darán paciencia cuando sientes que Dios no cumple sus promesas.

Vamos a descubrir juntos estas tres verdades únicas de la vida de Abraham.

Primera Verdad: Dios Elige a Su Gente Antes de que Hagan Algo Para Ganarlo

¿Sabías que Abraham adoraba ídolos cuando Dios lo llamó?

Esta primera verdad nos sorprende. Muchos piensan que Dios llama solo a las personas más santas. Pero Abraham no era así. La Biblia dice claramente que él y su familia «servían a dioses ajenos» (Josué 24:2). Imagínate: el hombre que llamamos «padre de la fe» adoraba estatuas de piedra y madera.

Un día, sin aviso, Dios le habló: «Vete de tu tierra y de tu parentela» (Génesis 12:1). No había una introducción que dijera: «Abraham, el hombre devoto». No. Era simplemente Abraham, el adorador de ídolos, sorprendido por la voz de Dios.

Esto destroza nuestras ideas sobre cómo Dios elige a su gente. Pensamos que Dios llama a los más espirituales, a los que van a la iglesia desde niños, a los que nunca han pecado mucho. Pero la Biblia dice algo diferente: «No depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia» (Romanos 9:16).

¿Qué significa «gracia soberana»? Es muy simple. Significa que Dios elige a quien quiere, cuando quiere, como quiere. No porque esa persona se lo merezca, sino porque Dios es bueno y misericordioso.

Esta verdad nos da una seguridad increíble. Si Dios te eligió cuando no había nada bueno en ti, tampoco va a dejarte cuando cometas errores. Tu salvación no depende de qué tan bueno seas. Depende de qué tan bueno es Dios.

Piensa en tu familia. Quizás tienes un tío que se burla de la fe. Una abuela que solo confía en santos y velas. Un primo que dice que Dios no existe. Esta verdad te da esperanza: el mismo Dios que sacó a Abraham de la idolatría puede tocar el corazón de tu familia. Su gracia es más fuerte que cualquier tradición o terquedad.

Aquí tienes una historia que te ayudará a entender esto mejor:
Conocí a un hombre en Guatemala que vendía amuletos y hacía limpias espirituales. Un día, alguien le dio un folleto del evangelio. Él lo tiró. Pero algo extraño pasó: no podía dejar de pensar en lo que había leído. Sin buscarlo, sin merecerlo, Dios lo llamó. Hoy es pastor y predica el evangelio. Como Abraham, fue elegido en medio de su idolatría.
¿Cómo aplicar esto a tu vida?

Primero, no te desanimes si vienes de un pasado difícil. Dios dice: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito» (Juan 3:16). No importa de dónde vienes. Importa a dónde Dios te lleva.

Segundo, no te creas muy espiritual. La Biblia es clara: «No hay justo, ni aun uno» (Romanos 3:10). Todo lo bueno que tienes es regalo de Dios, no logro tuyo.

Tercero, ora por esas personas que parecen imposibles de cambiar. Jesús dijo: «El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10). Si Abraham fue llamado de entre los ídolos, tu vecino alcohólico también puede serlo.

Segunda Verdad: La Fe que Salva Puede Estar Junto con Pecados que Siguen Apareciendo

¿Puede un cristiano verdadero seguir pecando?

Esta segunda verdad nos hace sentir incómodos, pero es muy necesaria. Abraham tuvo fe verdadera, pero también siguió cometiendo errores. En Génesis 12, le pidió a Sara que dijera que era su hermana, no su esposa. ¿Por qué? Porque tenía miedo de que lo mataran. Años después, en Génesis 20, ¡hizo exactamente lo mismo!

Esto nos confunde. Si Abraham tenía fe verdadera, ¿por qué seguía mintiendo? ¿Acaso la fe no cambia a las personas de inmediato?

La respuesta es sí y no. Sí, la fe cambia a las personas. Pero no, no las hace perfectas de la noche a la mañana. La Biblia llama a Abraham «ejemplo de fe» en Hebreos 11, aun con todos sus errores. ¿Cómo es posible?

Porque hay diferencia entre justificación y santificación. Justificación significa que Dios te declara inocente por la fe en Jesús. Esto pasa una sola vez y para siempre. Santificación significa que Dios te va haciendo más parecido a Jesús. Esto toma toda la vida.

Abraham fue justificado desde el momento que creyó. Pero su santificación tomó años. Por eso la Biblia dice que somos «salvos por gracia por medio de la fe» (Efesios 2:8), no por nuestras buenas obras.

Esta verdad es muy importante en América Latina. Aquí, la cultura del machismo, la corrupción y las tradiciones familiares crean mucha presión. Un cristiano nuevo puede pensar: «Si realmente tengo fe, nunca más voy a mentir, nunca más voy a ser machista, nunca más voy a dar mordida». Pero cuando falla, se desespera.

Abraham nos enseña que Dios es paciente con nuestro crecimiento. No somos salvos porque dejamos de pecar. Somos salvos porque Jesús pagó por nuestros pecados. Y mientras crecemos, Dios usa nuestros errores para enseñarnos a depender más de él.

¿Cómo aplicar esto a tu vida?

Primero, recuerda que tu salvación no depende de qué tan bien te portes. «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Romanos 5:1). Tu paz con Dios está asegurada.

Segundo, aprende de tus caídas. «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para 
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9). El arrepentimiento no es para conseguir el perdón, sino para recibirlo.

Tercero, confía en que Dios sigue trabajando en ti. «Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6). Aunque tropieces, Dios no se rinde contigo.

Tercera Verdad: El Cumplimiento de las Promesas Divinas No Depende de Nuestras Estrategias Humanas

¿Has tratado de ayudarle a Dios a cumplir sus promesas?

Esta tercera verdad es la más difícil de aprender. Dios le prometió a Abraham un hijo. Pero pasaron años y nada. Sara ya era muy mayor para tener hijos. Entonces, ella y Abraham tuvieron una "brillante" idea: que Abraham tuviera un hijo con Agar, la sirvienta. Problema resuelto, ¿verdad?

¡Error! Su plan humano creó un desastre. Celos, peleas, dolor. Agar tuvo que huir al desierto. La familia se dividió. Lo que parecía una solución práctica se convirtió en un problema gigante.

¿Por qué pasa esto? Porque la fe verdadera aprende a esperar en el tiempo de Dios. Abraham se impacientó y quiso ayudar a Dios. Pero Dios no necesita nuestra ayuda. Él cumple sus promesas a su manera y en su tiempo.

La Biblia dice que Abraham «no dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios» (Romanos 4:20). Esto significa que, en el fondo, su fe permaneció firme. Su error fue tratar de acelerar el proceso.

Esta verdad es muy relevante en América Latina. Aquí vivimos en crisis constantes: económicas, políticas, sociales. Queremos resultados rápidos. Algunos pastores prometen milagros instantáneos. Algunos políticos ofrecen soluciones mágicas. Algunos cristianos buscan atajos espirituales.

Pero Dios no trabaja así. Él cumple sus promesas, pero a su manera. La paciencia no es popular en nuestra cultura de microondas y redes sociales. Pero sigue siendo una virtud cristiana.

Abraham finalmente aprendió a esperar. A los 100 años tuvo a Isaac, el hijo prometido. Su espera no fue tiempo perdido. Fue tiempo de crecimiento en fe.

Piensa en esta historia:
Una pareja colombiana llevaba diez años orando por un hijo. Cansados de esperar, consideraron métodos que iban contra sus conviencias cristianas. Finalmente decidieron confiar en el tiempo de Dios. Dos años después, adoptaron a una niña que necesitaba familia. Entendieron que Dios había respondido su oración, pero de una manera que nunca imaginaron.
¿Cómo aplicar esto a tu vida?

Primero, confía en el tiempo perfecto de Dios. «Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora» (Eclesiastés 3:1). Dios nunca llega tarde ni temprano. Llega a tiempo.

Segundo, resiste la tentación de tomar atajos. «Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos» (Éxodo 14:14). La fe verdadera sabe descansar en la acción de Dios.

Tercero, mantén la esperanza viva. «Fiel es el que prometió» (Hebreos 10:23). Las promesas de Dios no dependen de tu creatividad, sino de su fidelidad eterna.

Una Invitación Que Puede Cambiar Tu Vida

La historia de Abraham nos enseña tres verdades poderosas: Dios elige a su gente por gracia, no por mérito. La fe salvadora convive con la imperfección humana. Y Dios cumple sus promesas en su tiempo perfecto, no en el nuestro.

Estas verdades nos humillan y nos consuelan al mismo tiempo. Nos humillan porque nos muestran que no somos tan buenos como pensamos. Nos consuelan porque nos aseguran que Dios es mejor de lo que imaginamos.

Si todavía no has puesto tu fe en Jesucristo, la historia de Abraham te invita a hacerlo hoy. No necesitas ser perfecto. No necesitas tener tu vida arreglada. Solo necesitas reconocer que eres pecador y que Jesús murió por tus pecados.

Si ya eres cristiano, pero te sientes desanimado por tus fallas, recuerda a Abraham. Dios no te va a dejar. Su amor no depende de tu desempeño. Su fidelidad es más fuerte que tu debilidad.

Y si estás impaciente esperando que Dios cumpla sus promesas en tu vida, aprende de Abraham. Dios cumple siempre, pero a su manera. Tu trabajo no es ayudarle. Tu trabajo es confiar.

El evangelio es simple: Dios te ama tanto que envió a su Hijo Jesús a morir por tus pecados. Si crees en él, tienes vida eterna. No por lo que haces, sino por lo que él hizo.

¿Harás de Cristo la prioridad número uno de tu vida? Como Abraham, puedes caminar en fe imperfecta pero segura, sostenido por un Dios que se glorifica al usar gente quebrantada para mostrar la grandeza de su amor.

La invitación está abierta. El Dios de Abraham te está llamando hoy.

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